domingo, 11 de noviembre de 2012

(300) Libros para un solo lector

Como todos los novelistas, cuando Toni escribe lo hace para hablar de sí mismo. Bien de sus vivencias personales, bien de los mundos que anidan en su mente. Lo que le gusta, lo que odia, lo que le divierte o le atormenta. Pero siempre es él y solamente él.

La clave está, por supuesto, en saber mezclar realidad y ficción. Y el modo más inteligente para hacerlo, al menos para Toni, es escoger una mentira y rodearla de 99 verdades, de manera que resulte imposible saber exactamente dónde está la trampa y dónde la confesión. 

Al igual que los trileros, hace creer a sus lectores que pueden adivinar la respuesta. Pero no es tan sencillo. A veces encierra las verdades más importantes en frases que pasan desapercibidas. En otros casos las historias que parecen más personales resultan no serlo tanto. Y en ocasiones las cosas son exactamente lo que aparentan. Pero ¿quién, salvo él, puede estar seguro?

No le gusta ser totalmente sincero en sus escritos, porque entiende que realidad y ficción pueden mirarse a los ojos pero nunca deben llegar a tocarse. Sus vivencias son suyas. Lo que escribe, pertenece al mundo.

Sólo una vez creó un pequeño relato corto sin engaños ni medias tintas. Es la única ocasión en la que se ha permitido ser él mismo, sin excusas, sin disfraces. Siete páginas en las que volcó los grandes secretos de su corazón, la clave de sus emociones. Lo que le hace poderoso y frágil al mismo tiempo. Le gusta releerla de vez en cuando. Es una bonita pieza.

Por desgracia, por las propias características de la obra, jamás permitirá que nadie la lea. Aún cuando a veces sueña con compartirla, sabe que jamás se atreverá a dar el paso. Lo que cuenta queda sólo para él. Es uno de esos tristes libros para un solo lector.


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