¡Diez! ¡Nueve! ¡Ocho!
La plaza mayor está abarrotada de gente que grita al unísono mientras despiden el año. Anabel está concentrada en la cuenta atrás. Álex la mira y, durante un instante, siente una punzada de dolor y miedo. Han sido 365 días tan maravillosos que teme que no vuelvan a repetirse.
Es curioso cómo nos cuenta aceptar las cosas buenas que nos brinda la vida. Vivimos con el miedo constante a que nuestra felicidad pueda derrumbarse en cualquier instante. Como si los momentos de alegría fueran un préstamo efímero con fecha de caducidad.
¡Siete! ¡Seis! ¡Cinco! ¡Cuatro!
Por fin se acaba, piensa Álex. El año más largo de su vida.
Fiel a la maldición de las profecías autocumplidas, al final todo se estropeó de modo trágico, con la muerte de Anabel. Pero el saber que tenía razón no le ayuda en nada.
Fiel a la maldición de las profecías autocumplidas, al final todo se estropeó de modo trágico, con la muerte de Anabel. Pero el saber que tenía razón no le ayuda en nada.
Ahora el futuro se muestra oscuro. Y desde la soledad de su piso le da lo mismo un año que el siguiente, porque la noche es oscura y las estrellas ya nunca volverán a brillar.
¡Tres! ¡Dos! ¡Uno! ¡Feliz 2013!
Álex y Kim se besan y se desean un feliz año nuevo. Durante un segundo el silencio les envuelve y no hay nadie más en el universo. Hasta que el ensordecedor ruido les devuelve a la realidad.
Toni y Javi se abalanzan sobre su amigo. Álex, sonriente, mira a su alrededor. Está con las personas a las que más quiere en el mundo. No se le ocurre mejor forma de empezar el año.
¿Habrá días difíciles? Por supuesto. Pero mientras exista un mañana no hay por qué preocuparse. Lo efímero es la tristeza. Los grandes recuerdos, esos perduran eternamente.
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