sábado, 5 de enero de 2013

Historias

Todas las noches, una vez que el bar ha cerrado, Mike y Tina se quedan un buen rato charlando en la barra y bebiendo una última copa. La química entre ellos es innegable.

- ¿Qué hacías antes de tener este sitio? - pregunta con curiosidad la camarera
- Era marino, como mi padre. Odiaba estudiar, así que a los 16 años me enrolé como marino mercante. Pero un día nuestra embarcación naufragó y yo estuve a punto de morir. Me pasé tres días en alta mar esperando a ser rescatado. Por eso ahora ya no puedo ni pisar la playa

"Luego probé suerte como jugador de póker. El problema es que me creía demasiado listo y acabé debiéndole mucho dinero a unos mafiosos que estuvieron a punto de partirme las piernas. Al final logré escaparme, pero por si las moscas me cambié el nombre. Y decidí que tenía que dedicarme a alguna actividad que fuera menos arriesgada. Como, por ejemplo, montar un garito de copas"

- ¡Vaya! - suelta Tina, sin salir de su asombro - ¿En serio te ha pasado todo eso?
- En absoluto, es todo mentira - admite su jefe entre risas

"No dejes que te engañen. Digan lo que digan, la realidad nunca supera a la ficción. Si te hubiera contado mi auténtica historia, me habrías escuchado por educación. Pero así lo has hecho con interés. Has salido ganando con el cambio, ¿no te parece?"

"Incluso cuando contamos anécdotas reales, siempre nos aseguramos de engrandecerlas para hacer que el relato sea más apasionante. Es nuestra naturaleza"

"De modo que si alguna vez me cuentas cualquier cosa sobre ti, asegúrate de inventarte algo que sea interesante. Me resultará imposible saber si me estás mintiendo o no. Pero sé reconocer una buena historia cuando la escucho. Es todo cuando busco"



No hay comentarios:

Publicar un comentario