Acabas vacío, seco, exprimido. Como debe ser. Has contado todo lo que deseabas contar. Más aún, cuando echas la vista atrás y revisas tu narración descubres que hay temas, ideas, expresiones, que se repiten hasta la saciedad. Tampoco te sorprende. Son las cosas que realmente te importan. Tanto que regresas a ellas una y otra vez.
Te satisface no haberte dejado nada en el tintero. Has hablado de tus miedos, tus esperanzas, tus sueños.. Que, como sabes, son los mismos que tiene la mayoría de la gente. Los sentimientos, afortunadamente, son universales.
Y todo, por supuesto, formando parte de una historia que, esperas, haya resultado cuanto menos entretenida. En cualquier caso quieres agradecerle a todos los que te han acompañado en esta travesía su generosidad a la hora de interesarse por lo que tenías que decir.
Creaste unos personajes que nunca olvidarás. Tres protagonistas que son diferentes facetas de ti mismo. Álex, la persona que quieres ser. Toni, la persona que eres. Javi, la persona que tienes miedo de ser. Sientes por ellos el mismo cariño que por el resto: Kim, Elsa, Lorena, Sara, Pablo, Jorge, Silvia, Anabel, Eli, Eva y un largo etcétera. Los escribiste a todos con la misma ilusión.
Ya no te queda nada que añadir. Un año más tarde, lo has dicho todo. Pero no te engañas. Hace mucho que sabes que, aunque ahora mismo no se te ocurra nada, en algún momento los habitantes de este universo volverán a tu cabeza. Descubrirás que aún quedan cosas que compartir sobre ellos, sobre ti. Sobre su mundo y el tuyo. Es sólo cuestión de tiempo.
Siempre hay espacio para una historia más. Y esperas ansioso que llegue el día en que esa nueva idea te visite y te empuje a volver a teclear otras veinte líneas. Y luego otras veinte. Y veinte más.